Cuando llegamos a la playa, el gesto más habitual que se repite en todas las toallas es el de extender crema solar sobre nuestra piel y de la de nuestros hijos.
Las múltiples campañas para prevenir el cáncer nos han concienciado hasta tal punto que ya nadie duda de la eficacia de los protectores solares para evitar problemas mayores.
Pero, ¿sabías que ese inocente gesto podría no serlo tanto?
Pues no lo es porque todo lo que ponemos en nuestro cuerpo termina en el agua del mar y los ingredientes de las cremas solares son devastadores para los habitantes de los océanos.
El problema es que las cremas solares convencionales se mantienen en la superficie de los mares e impiden que los rayos de sol entren en el agua.
Esto pone en riesgo la supervivencia de la flora acuática que, a su vez, es fuente de alimento de la fauna.