Seguro que has escuchado en muchas ocasiones a padres hablar de sus hijos como si participaran en una competición.
– “Juan se sentó solo con seis meses. ¿Y el tuyo?”
-“Alba comenzó a gatear a los ocho. ¿Lara aún no lo hace?”
Y la más típica: “Cuándo caminó Sara? Alberto antes de cumplir el año ya corría como un loco”.
¿Crees que el niño que se sienta, gatea o camina de manera precoz tiene más posibilidades de ser feliz en la vida?
Si así fuera, todos querríamos que nuestros hijos alcanzaran estos hitos lo antes posible pero, evidentemente, no existe ninguna relación.
Por tanto, hay que asumir que cada niño se desarrolla a su ritmo.
Sin embargo, en muchas ocasiones, los padres, en nuestro afán por presumir de “niños precoces” o simplemente por la ilusión que nos hace presenciar el último paso del bebé, favorecemos que alcancen determinadas destrezas cuando aún no están preparados.
Los ayudamos a sentarse, los mantenemos de pie, les enseñamos a caminar…
Pero todo esto, ¿es beneficioso para ellos? Pues según numerosos estudios, es un error.
El “movimiento libre” favorece el desarrollo del bebé
La pionera en hablar de este asunto fue la pediatra Emmi Pikler.
Después de muchos años de estudio, entendió una nueva forma de ver al niño pequeño.
Para ella, el bebé es un ser capaz de desarrollarse de forma autónoma y las diferentes fases del desarrollo motor se dan cuando el bebé está preparado para ello, sin la ayuda del adulto.
Este se convierte en mero observador mostrando al pequeño su apoyo y cariño en determinados momentos.
Por ejemplo, cuando se coloca un bebé en el suelo boca arriba y se siente acompañado por un adulto, va descubriendo por sí mismo diferentes movimientos.
Como es él mismo quien decide, ninguna postura le perjudica ni le parece desagradable.
Si los adultos lo colocamos en posiciones a las que no llega por sí mismo, los bebés suelen llorar y protestar.
Esto es así porque es la curiosidad y el interés del niño lo que le irá llevando a descubrir nuevas posturas y movimientos. El niño, por tanto, va conquistando la autonomía a su ritmo y según sus necesidades.
¿Quién fue Emmi Pikler?
Emmi Pikler fue una importante pediatra húngara que dirigió el Instituto metodológico de educación y cuidados de la primera infancia de Budapest (hoy llamado Instituto Pikler), fundado para bebés que necesitaban cuidados prolongados lejos de sus familias.
Creó un sistema educativo basado en el respeto al niño, en el que el adulto adopta una actitud no intervencionista.
Estaba convencida de que el desarrollo motor es espontáneo y que, si se les proporcionan ciertas condiciones, los niños lo alcanzan por sí mismos.
Pikler consideraba que “ayudar” a los niños cuanto ellos están listos para realizar ciertos movimientos por sí mismos, es perjudicial.
En su libro “Moverse en libertad”, la pediatra observó los inconvenientes de esta ayuda modificada del adulto:
- Al poner al niño en una postura que no puede adoptar por sí mismo lo obligamos a estar inmóvil; no puede salir de esa posición, por lo que estamos limitando su libertad de movimiento.
- Las posiciones en las que ponemos a los niños no son “normales” lo que trae como consecuencia que la postura de sus músculos no es natural, sino forzada y con tensión.
- El niño que hemos puesto en una posición a la que no puede llegar solo depende del adulto para cambiar de postura. Estaremos fomentando su dependencia y frenando su desarrollo autónomo.
También destacaba la importancia de no impedir al niño la realización de ningún movimiento. Es decir, si un niño que camina quiere reptar y rodar, no hay nada malo, debemos dejarle que lo haga.
Los adultos facilitamos los movimientos, no ayudamos
Pikler considera que, con la intervención del adulto, el niño pierde etapas intermedias de su desarrollo motor, como el reptar.
Muchas veces cuando un bebé que está sentado decide deslizarse para reptar, lo levantamos y volvemos a sentarlo, inhibiendo su voluntad y ejerciendo una prohibición sobre el movimiento.
Otra etapa necesaria antes de conquistar destrezas más avanzadas es la del gateo que, entre otras cosas, está relacionada con la maduración de su vista. Cuando el niño comienza a ver bien de lejos, surge esa necesidad de ir a buscar lo que está al otro lado de la habitación.
Un poco más adelante, el peque se arrodilla y se pone de pie. Busca un punto de apoyo y da sus primeros pasos… de lado.
Si usamos un taca-taca o le damos las manos para andar, les hacemos caminar hacia adelante cuando aún no está preparado para ello.
Un niño al que se le respetan sus tiempos pasa unos tres meses haciendo marcha lateral antes de comenzar a andar hacia adelante. Y no es casualidad: está trabajando su cadera, el equilibrio…
En todo este proceso, la labor del adulto pasa, según Emmie Pikler, por facilitar al pequeño la libertad de movimiento.
- Es importante que el espacio sea suficientemente amplio, seguro y esté adaptado para ellos.
- Además, la ropa debe ser cómoda para que puedan moverse sin dificultad.
- Los zapatos no se deben utilizar hasta que el niño camine por la calle ya que su función es proteger el pie de cosas peligrosas que, en las casas normalmente no hay. Durante prácticamente el primer año de vida los pies reciben más información sensorial que las manos, por eso es tan importante no cubrirlos.
La no intervención del adulto no debe confundirse con una falta de interés en el niño, al contrario. Los adultos debemos mostrar alegría ante los adelantos del niño y mantener con el pequeño una relación paciente y respetuosa.
¿Por qué es importante el movimiento libre del bebé?
Es básico ofrecer al bebé libertad de movimiento ya que no se les fuerzan sus músculos, huesos y articulaciones.
El niño es el único que sabe cuándo está preparado su cuerpo para sentarse, ponerse de pie o andar. Es muy importante la visión de un bebé autónomo, que siente la necesidad de moverse, de descubrir, de aprender… sin la intervención del adulto, ni de un parque o un andador.
Es cierto que un niño que se mueve libremente no significa que sea más listo o vaya a ser superdotado; es un niño normal, pero que tiene un mayor control sobre su cuerpo, ya que lo que hace lo ha conseguido por sí mismo. Sabe hacer y deshacer posturas (principio de reversibilidad), tiene mayor autonomía y no tiene sobrecargas en su cuerpo.
Es cierto que tener vivencias a través del cuerpo es una ventaja:
- Los apoyos en codos y manos conseguidos en la fase de boca abajo repercuten en la postura de escribir en la mesa.
- Atravesar las etapas de suelo nos da información de cómo va madurando el cerebro
- El movimiento contralateral repercute en los aprendizajes como el cálculo, la lectura o la escritura
- La motricidad fina se apoya en la gruesa…
Pero también es cierto que todo esto no garantiza la ausencia de dificultades de aprendizaje en el futuro.
Simplemente, refuerza la idea de que la casa se ha ido construyendo ladrillo a ladrillo, dejando secar el anterior antes de colocar el siguiente. Y que no habrá “huecos” o “vacíos” por haberse saltado etapas.
Lo que tu bebé necesita es tiempo, espacio y acompañamiento.
Si quieres profundizar en el movimiento libre para bebés, consulta las fechas de los próximos talleres presenciales en Granujas.
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